Que tus uñas nunca fallen
- Priscilla Leon
- 24 feb 2019
- 2 Min. de lectura
Creo que me convertí en doña en el momento en que empecé a destinar parte de mi presupuesto mensual a arreglarme las uñas en salones/ bares/ spa especializados. Las uñas son, para mí, un elemento esencial de toda la vida.

Como la mayoría (supongo), empecé a jugar con los esmaltes de uñas de mi mamá cuando tenía como siete años.
Quería tener las uñas como las villanas de las telenovelas. Aunque sea por una tarde o un fin de semana, porque colegio.
Sí, fue en esa época que aprendí que todo lo puedo en el quitaesmalte de Darosa.
Oficialmente comencé a pintarme las uñas a los 15 o 16 años. Visité a una de mis primas y decidí probar su esmalte rojo pasión. Al verme mi mamá pensó que se veía genial, pero me advirtió que nunca me quería ver con el esmalte “descascarado” porque era “totalmente desagradable”. Así es con ella, o todo o nada.

Desde entonces no volví a llevar las uñas sin color. Los he probado casi todos, incluso un amarillo que realmente me hacía lucir enferma de hepatitis. Probé diferentes marcas, desde los colores juveniles de Darosa hasta el Miracle Gel de Sally Hansen. Era una tarea de retoque de cada tres o cuatro días, hasta que descubrí las maravillas del gelish sobre mis uñas naturales.
El gelish es un esmalte de larga duración, que, a mí me tarda hasta tres semanas. Para aplicarlo necesitas un lámpara especial y, aunque hay mucha gente que se lo hace ella misma, yo prefiero hacermelo en nail spa. La verdad es que se siente muy bien que gente profesional mime mis uñas.

Por ser de larga duración, este tipo de esmalte solo puede ser retirado con acetona pura. En mi experiencia, lo mejor es que lo haga una manicurista, pues también se requiere papel aluminio, palitos de naranja. cortacuticulas, etc.
Antes yo creía que el gelish te dañaba las uñas, mas ahora sé que mucho depende de la marca que utilicen en tu salón. A mí me gusta mucho el de OPI, por ejemplo, porque es duradero, pero una vez que cumplió su misión es muy fácil de retirar.
Las variedades de colores y de diseños son infinitos, pero, al menos yo, siempre me quedo con los monocolor. Mis tonos favoritos siguen siendo los rojos intensos y los corintos, y últimamente también me gustan mucho los nude.

Lo de hallar un buen spa o nail bar es otra cosa. De hecho, según una manicurista que me atendió en un local que no merece la pena mencionar, soy “muy exigente”. Desde hace tres meses voy a Origi Nails, de Miraflores, y la experiencia, hasta ahora, ha sido buena.
Un gelish + retiro, generalmente oscila entre los Q100 y Q130. Recomiendo “la inversión” porque las uñas son un elemento básico de nuestra personalidad y nunca pasan desapercibidas. Una vez la cantante Ximena Sariñana me dijo que le gustaban las mías; así que tengo la esperanza de que aunque no se acuerde de nuestra entrevista, sí de mis uñas. Jaja.
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